El árbol al pie de la montaña.

Zaratustra había observado que un joven rehuía su presencia. Una noche paseaba solitario al pie de las montañas que rodean la ciudad que llaman La vaca multicolor, y de pronto vio que ese joven estaba sentado al pie de un árbol y miraba hacia el valle de los ojos tristes. Entonces, Zaratustra recargó la mano en el tronco del árbol y se dirigío al muchacho:

- Por mucho que me esfuerce nunca podré sacudir este árbol. En cambio el viento, que ni siquiera podemos ver, lo sacude y lo inclina hasta donde quiere. Así también existen unas manos invisibles que nos sacuden e inclinan según su voluntad.

El joven se asusto, se puso de pie en un salto y dijo:

- Ahora escucho tus palabras,Zaratustra, precisamente en el momento que estaba pensando en ti.

- ¿Y eso te ha sobresaltado? - dijo Zaratustra -. Al hombre le sucede lo mismo que al árbol; cuanto más aspira a las alturas y la luz , sus propias raíces empecinan en sujetarlo a la tierra, hundiéndose más y más hacia abajo, hacia lo oscuro, hacia lo profundo, hacia el mal.



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